CARICATURAS VERBALES
Reseña sobre los cuentos completos de Flannery O' Connor, publicada en la Revista Arcadia (2007)
No hay héroes ni sentimentalismo. En los cuentos de Flannery O’Connor no hay finales felices. Pero sí una sensación de epifanía-después-del-dolor que transforma a sus personajes e intenta rescatarlos de lo mundano. La narración se ubica en una época posterior a la segunda guerra mundial, en el sur de Estados Unidos. La discriminación racial y la moral religiosa dominan la conciencia social, y las aparentes vidas ordinarias de sus personajes se enfrentan a una dolorosa liberación.
Aunque Flannery O’Connor escribió dos novelas, para ella el cuento era “una de las formas más naturales y básicas de la expresión humana”. Al leer su colección, sin importar el orden cronológico, se revelan muchos de sus temas recurrentes: maldad, superficialidad, pobreza, hipocresía, moralidad, fealdad, miedo… temas que flotan invisibles en el aire como una tensión constante que generalmente se materializa con un acto violento.
O’Connor está encasillada en el género Gótico Sureño (caracterizado por narrar personajes grotescos, racistas y egocéntricos, que se enfrentan a situaciones irónicas o sobrenaturales) al lado de escritores como William Faulkner y Tennessee Williams; pero su genio único radica en la capacidad para ennoblecer con elegancia al ser humano, desnudar su personalidad y hacerlo caminar en la cuerda floja entre el cielo y el infierno, dejándolo confundido y humillado ante los ojos de Dios.
Flannery O’Connor era católica, pero los católicos no la leían. Pensaban que era demasiado sórdida, demasiado rara… decían que no necesitábamos más violencia en un mundo que ya está plagado de ella. Pero O’Connor los contrariaba diciendo: “Todos mis relatos hablan sobre la gracia en un personaje que no la desea, por eso la mayoría de la gente piensa que las historias son duras, sin esperanza, brutales”.
Y esa gracia de la que habla se muestra desde la narrativa. Todo está descrito en tercera persona, como si así reiterara que no se trataba de ella, sino de los seres con los que se había encariñado en su imaginación. El uso de los diálogos es mínimo, los protagonistas no hablan más de lo necesario. Su técnica surge más del arte que de la literatura. O’Connor era caricaturista, y usaba la linografía (en la que se graba en linóleo para producir una lámina de relieve) para caracterizar a sus personajes (que en su mayoría son niños, señoras y ancianos). Los describe con humor, como si fueran caricaturas verbales tratando de pintarse a sí mismas porque no logran entender quién es el que las dibuja.
Los Cuentos Completos de Flannery O’Connor reúnen relatos inéditos que escribió para su tesis de posgrado, y los pertenecientes a sus libros Sangre sabia, Un hombre bueno es difícil de encontrar y Todo lo que asciende tiene que converger; libros que empezó a escribir desde que se mudó a la granja de su familia, luego de que su padre le dejó como herencia una enfermedad fatal en el sistema inmunológico llamada lupus. Allí se dedicó a la crianza de aves exóticas y a la literatura, construyendo hasta 1964 la obra que la convirtió en la gran narradora norteamericana del siglo XX.
La enfermedad consideró que a los 39 años de edad su legado y su vida ya estaban completos y que podía fallecer con la misma gracia que había buscado en el corazón de sus personajes.
[Texto: Hernán Ortiz]