Ray Bradbury

Si el Señor Eléctrico tenía razón, Ray Bradbury aún sigue vivo.

Un mago se electrocutó en una silla eléctrica frente a multitudes. Luego levantó una espada y nombró caballeros a todos los niños sentados en la primera fila, entre ellos Bradbury. El Señor Eléctrico tocó su cabeza con la espada, le llenó el cráneo de electricidad, haciendo que su pelo flotara y salieran chispas de sus oídos, y le gritó: “¡Vive eternamente!”

Al día siguiente, en medio del funeral de su tío favorito, Bradbury vio la carpa del circo y le dijo a su papá que frenara. Con el carro lejos, y su papá enojado, Bradbury entendió que lo que estaba intentando hacer era escaparse de la muerte y correr hacia la vida.

El Señor Eléctrico le enseñó algunos trucos, le presentó a los demás personajes del circo (el Hombre Ilustrado, la Señora Gorda, el Hombre Esqueleto) y le dijo que él no era un niño de 12 años sino el espíritu reencarnado de su mejor amigo, quien se había muerto en la primera guerra mundial. Ese encuentro extraño, mágico y atemporal con el Señor Eléctrico le cambió la vida para siempre y desde ese momento empezó a escribir tiempo completo. Ese año sus papás le regalaron una máquina de escribir de juguete, en la que escribió continuaciones para las historias de ciencia ficción que leía. Su imaginación había sido estimulada desde los seis años con El Mago de Oz y luego con los cuentos de Edgar Allan Poe y Edgar Rice Burroughs.

Mientras crecía, Bradbury trabajó en radio y teatro y logró ahorrar suficiente para comprarse una máquina de escribir de verdad. “La máquina de escribir es como una tabla ouija,” dijo. “Las manos se mueven y revelan cosas sobre ti mismo que antes no conocías.”

Empezó a vender cuentos a revistas como “Weird Tales” y “Super Science Stories”, con los que más o menos pudo ganarse la vida. Algunos eran sobre circos ambulantes y otros sobre viajes al espacio exterior. Bradbury se casó con la librera Marguerite McClure y publicó el libro Dark Carnival en el que reunió sus cuentos de terror. Tres años después, recopiló una serie de cuentos sobre Marte, sus habitantes, la soledad y el miedo que se siente en el espacio.

Crónicas Marcianas lo convirtió en el primer escritor de ciencia ficción en ser respetado por críticos literarios, quienes admiraban su prosa poética. Esto generó resistencia en los círculos más ortodoxos del género: lo criticaban porque sus historias no eran científicamente rigurosas. Sin embargo, Bradbury decía que aunque él era fan de la ciencia ficción, no era un escritor de ciencia ficción. “Es mejor pensar en mis historias como cuentos de hadas o mitos modernos sobre tecnología,” decía Bradbury… excepto Fahrenheit 451, una novela sobre un futuro en el que los libros son ilegales, que escribió en una máquina de escribir que funcionaba con monedas y a la que él se refería como su única historia real de ciencia ficción.

A sus ingresos se sumaron la publicación de sus textos en revistas como Playboy y Esquire, adaptaciones para cine y televisión de sus cuentos, la escritura del guión de Moby Dick y el diseño y la historia de Spaceship Earth, una estructura esférica en el Walt Disney World Resort donde la gente puede ver los orígenes de la humanidad y visualizar el futuro en el espacio. “Deberíamos volver la luna y construir una base para luego viajar a Marte y colonizarlo,” dijo Ray Bradbury en 2010. “Cuando hagamos eso, viviremos eternamente.”

Yo me enteré de su muerte por un mensaje de texto. Estaba saliendo de un pueblo donde no entraba la señal del celular y en la carretera me llegó el mensaje de una amiga. No le creí. Tampoco le creí a Google. Se trataba de la muerte de uno de los escritores que había iniciado todo para mí: la primera charla en la historia del Encuentro Fractal fue sobre él, algunos cuentos de nuestro primer libro, Agua/Cero, nos recuerdan sus historias y su nombre hace más fácil nuestro trabajo cuando nos preguntan cuál es esa literatura tan rara con la que trabajamos. Con el celular en la mano, pensé en “El Asesino” (1953), un cuento en el que un tipo está en el manicomio por destruir todos los dispositivos tecnológicos que encontraba en su camino. El tipo no quería vivir en un mundo donde teléfonos, máquinas de fax, televisores con cámaras y casas inteligentes demandaban toda su atención y perturbaban su paz. “Era tan agradable al principio. La sola idea de esas cosas, tan prácticas, era maravillosa. Eran casi juguetes con los que uno podía divertirse. Pero la gente fue demasiado lejos, y se encontró envuelta en una red de la que no podía salir”.

Bradbury criticaba los celulares, internet y la televisión y exaltaba al libro físico como el medio ideal. Sin embargo fue gracias a la televisión que yo lo conocí. En el canal USA daban "Sábados de Sci-Fi", un bloque de programas de ciencia ficción entre los que estaba El Teatro de Ray Bradbury, cuentos para televisión que él mismo escribía. En la presentación lo mostraban encerrado en una habitación oscura, rodeado de muñecos, fotos y objetos antiguos que lo inspiraban a escribir. Vi el capítulo de un señor al que lo atormentaba tanto el hecho de tener un esqueleto dentro de su propio cuerpo que empezó a combatirlo con la ayuda de un especialista, y uno en el que un grupo de astronautas llegaban a Marte para encontrar casas muy similares a las de la Tierra donde vivían sus familiares muertos, y otro en el que unos niños tenían en su casa un cuarto de realidad virtual donde experimentaban una selva africana que cada vez se hacía más sangrienta. Estas historias se quedaron grabadas en mi cabeza, y en bibliotecas encontré esos mismos cuentos, y otros más, en los libros El Hombre Ilustrado, El País de Octubre, Crónicas Marcianas… y con ellos descubrí que Bradbury, como El Señor Eléctrico, era un mago de escenario que te daba un golpe en la cabeza con su prosa eléctrica, que tomaba el control de tu cerebro y que, como los marcianos de sus historias, te hacía ver, oír, escuchar y sentir cosas que no estaban ahí. Bradbury me mostró que la buena literatura podía ser tan inmersiva como el cine y la televisión y los videojuegos. Bradbury me enseñó a ser lector y escritor de historias, y me mostró que no había límites ni reglas ni teorías para la imaginación. “La habilidad de fantasear es la habilidad de sobrevivir,” decía.

Una infinidad de escritores, artistas y músicos han sido inspirados por su obra, así como muchos científicos que decidieron seguir una carrera espacial luego de leer sus cuentos.

Es verdad que Bradbury dejó de morir cuando tenía 12 años. El Señor Eléctrico tenía razón. Ahora vive eternamente en lectores que imaginan, cuentan y se emocionan con sus historias y que no permitirán que los años, ni el fuego, ni la muerte acaben con ellas.

[Texto: Hernán Ortiz]

[Imagen: "Ray Bradbury and the Dark Side of the American Dream" por Peter Patau, publicada con el permiso del autor]