Jurassic Park

Uno podría especular sobre la pregunta que se hacía Michael Crichton antes de escribir su próximo best seller: ¿qué les pasaría a mis personajes si el tema científico que me interesa (amenazas biológicas del espacio, dinosaurios creados con ingeniería genética, clonación, viajes en el tiempo, implantes neuronales, nanotecnología) se saliera de control? Y también podría especular sobre la pregunta que él se hizo antes de escribir El Estado del miedo, la novela más criticada y polémica que publicó: “¿Qué pasaría si el calentamiento global, del que tanto nos previenen los ecologistas, fuese toda una farsa?”.

Michael Crichton parecía uno de esos expertos que aparecen frecuentemente en sus novelas. Era muy alto (un poco más de 2 metros), tenía buena apariencia física (en 1992 estuvo entre “las cincuenta personas más bonitas” según la revista People), estudiaba obsesivamente los temas que le interesaban, y era muy exitoso en su trabajo, pero no en su vida amorosa (tuvo cinco esposas, y una de ellas, la actriz Anne Marie Martin, dijo que él trabajaba tanto que “era como vivir con un cuerpo mientras Michael estaba en otro sitio”). Sus amigos, entre ellos el director Steven Spielberg, decían que era una persona noble que reservaba su lado extravagante para las novelas, y que los almuerzos con él no duraban menos de tres horas ya que ningún tema era demasiado prosaico u oscuro para atraer su interés: el sexo en la política, ética médica y científica, antropología, arqueología, economía, astronomía, física cuántica y biología molecular eran temas usuales de conversación.

Michael Crichton hizo sus estudios universitarios en Harvard. Se graduó con honores como antropólogo y luego como médico, carrera que él mismo se pagó con lo que ganaba escribiendo thrillers bajo el seudónimo de John Lange. En 1969 firmó con su verdadero nombre La amenaza de Andrómeda, novela sobre un virus mutante del espacio, que fue adaptada al cine dos años después, y a partir de ahí empezó una exitosa carrera como escritor, director y guionista. Crichton tenía un gran olfato para la industria del entretenimiento y sus novelas no se pueden confundir con gran literatura. Como decía Spielberg: “Era el mejor para mezclar ciencia con grandes conceptos cinematográficos”. Es por eso que de 26 novelas (la última está próxima a publicarse), casi todas fueron adaptadas al cine. Entre las más importantes está El hombre terminal (sobre experimentos de implantes neuronales y epilepsia), Congo (una novela de aventuras, homenaje a las historias de su ídolo, el escritor Arthur Conan Doyle), Esfera (sobre tecnología de submarinos y virus alienígenas), Acoso (sobre el mundo empresarial, realidad virtual y acoso sexual), y Jurassic Park, su obra más famosa, sobre un parque temático con dinosaurios creados con ingeniería genética y cuya adaptación cinematográfica, dirigida por Steven Spielberg, es una de las películas más taquilleras de la historia. El mundo perdido —la secuela dirigida también por Spielberg— también fue un éxito de taquilla, tanto que un dinosaurio encontrado en 2002 fue nombrado Crichtonsaurus en su honor.

Crichton también escribió libros de no-ficción, entre ellos un manual sobre el lenguaje de programación Basic, y un juego de computador, Amazon (1984). En esa misma época predijo que los juegos de computador eran una moda pasajera que pronto iba a desaparecer. Hoy sabemos que estaba equivocado, y los científicos más respetados en el tema del cambio climático afirman que dentro de diez años nos daremos cuenta de que también estaba equivocado en sus afirmaciones radicales sobre el calentamiento global.

Pero a pesar de los detractores, nadie puede negar el talento que tenía Michael Crichton para entretener al gran público, exponer de manera amigable un tema científico y escribir buenos guiones para cine y televisión. Crichton fue el creador de ER, una galardonada serie de televisión que muestra la realidad de una sala de emergencias y está basada en las experiencias del autor como médico. Y supongo que Michael Crichton nunca se imaginó que iba a estar en la misma posición de sus personajes cuando, a los 66 años, el cáncer le puso punto final a su vida.

[Texto: Hernán Ortiz]

[Imagen: Calvin YC, publicada bajo licencia Creative Commons]